Lección 20: Cuando Todo se ha Perdido

 

Hemos pasado gran parte de este libro describiendo diferentes procesos fisiológicos que regulan nuestra respuesta ante el estrés, el trauma y el dolor. Muchos de estos sistemas y procesos que hemos discutidos están involucrados en nuestra experiencia de duelo, un dolor profundo que suele ser causado por una muerte o pérdida. El duelo, como la desesperanza, está vinculado con frecuencia a la vida después del trauma. 

DE NUESTRAS HISTORIAS 

–¿Qué hacés aquí? — le preguntó de inmediato. 

–Perdona que no avisé, pensé que llegarías más tarde. Estoy buscando algunos documentos para tramitar el viaje. 

–Entonces ya es un hecho. Te vas. -afirmó Mayra.  

— Aún no tengo fecha, pero sí, con Emerson ya planificamos todo. Me voy — dijo esa última frase como esquivo. 

Cuando Mayra escuchó esas palabras, el pecho se le detuvo. “Me voy”, se repetía en la mente. No le sorprendía en absoluto la decisión, lo que le parecía increíble era recordar todas esas discusiones en las que él negaba cada vez que ella le decía que lo haría. Era increíble que su relación se fuera acabar así. Que esa familia por la que tanto luchó se fuera a fragmentar y ella ya no se resistiera más. 

Pérdida.

El cadáver de su madre cruzó por su mente.

Nikes blancas. Pequeñas salpicaduras de sangre en el pavimento. Las facturas del hospital de su padre.

Miró muerta a los ojos de José. Se sentía, hasta cierto punto, que ya se había ido.

 

En situaciones de estrés crónico, puede que no tengamos suficiente tiempo, espacio o seguridad para confrontar todo lo que hemos perdido en el pasado. Para poder lidiar correctamente con el duelo necesitamos tiempo, pero también necesitamos sentirnos seguros y calmados, para poder permitirnos sentir el dolor. 

En situaciones de estrés prolongado o adversidad crónica, puede que no tengamos el espacio emocional y de tiempo para procesar nuestro duelo. Evadir el sentimiento de pérdida o duelo puede parecernos más seguro, ya que el estrés y el trauma que hemos vivido han copado nuestros sentimientos y nos cuesta pensar en tener que además dedicarnos a lidiar con el duelo. 

Con el tiempo y la distancia, los efectos del duelo y la pérdida se harán cada vez más aparentes en el cerebro, el cuerpo y el comportamiento, incluso cuando tratamos de evadir o ignorarlos. Del mismo modo que desarrollamos detonantes de nuestros traumas, también desarrollaremos detonantes que activarán nuestro duelo, por más que tratemos de evadirlos. 

El Duelo por muchas cosas perdidas

El duelo es una emoción natural y universal. Incluso los animales lo padecen. Los elefantes, en particular, tienen elaborados rituales de duelo. Los rituales del duelo son pasos importantes para sentir la pena y superar el dolor. Ninguna cantidad de tiempo reducirá o disminuirá la memoria de un ser querido. Pero hay etapas en el duelo, que culminan en la aceptación de la pérdida a pesar de que siempre llevemos al ser querido que hemos perdido en nuestro corazón y nuestra memoria.  

Los seres humanos llevan a cabo rituales después de que alguien muere como una forma de llorar colectiva y públicamente la muerte, así como para celebrar la vida de la persona. Los rituales como el entierro, la cremación, la oración ritual y otros que se llevan a cabo después de que alguien muere ayudan a proporcionar una sensación de cierre. 

Mencionamos brevemente que el cerebro predictivo anhela el cierre. Al cerebro le gusta llenar vacíos de información, cerrar ciclos que quedan abiertos. Los pensamientos intrusivos asociados con el trauma son, en parte, la forma que tiene el cerebro de encontrar un cierre, de dar sentido a lo que ha sucedido, de pensarlo desde todos los ángulos posibles.

Los rituales, aún cuando puede que no nos den una sensación completa de cierre, pueden ayudarnos a recordar formalmente a la persona, a conmemorarla y a permitirnos sentir el dolor. Si bien son imperfectos, los rituales tienen un propósito de cierre. 

En ciertas circunstancias, como la guerra, el desalojamiento y los desastres, puede que no tengamos la posibilidad de hacer nuestros duelo con rituales. A veces no tenemos el cierre que tanto busca nuestra mente después de una pérdida traumática.

Particularmente, para las personas que han vivido situaciones de guerra o desastres, las pérdidas pueden acumularse. Podemos entumecerse ante la muerte y el dolor. Este entumecimiento, como discutimos previamente, es adaptativo en el corto plazo para protegernos del dolor, pero trae consecuencias para nuestro bienestar y salud a largo plazo. 

Una vez más, reiteramos que en ciertas circunstancias, la pérdida se puede convertir en un nuevo estado de normalidad. Perdemos personas, cosas, lugares, hogares y pertenencias. Por supuesto, un hogar o una pertenencia no es una persona. La pérdida de una cosa no es lo mismo que la pérdida de una persona. Sin embargo, cualquier pérdida permanente puede afectarte hasta lo más profundo. De hecho, la pérdida de tu hogar y cultura pueden ser tan dolorosas como la pérdida de un ser querido. 

Pregunta:

¿Qué tipo de pérdidas han tenido que sobrellevar nuestros personajes?

¿Más allá de las personas, qué cosas han perdido?

¿Como pueden estos tipos de pérdida amenazar nuestros cerebros?

Anteriormente, discutimos cómo el cerebro hace asociaciones emocionales entre los estímulos sensoriales y nuestros estados de ánimo. Para muchos, los recordatorios de pérdidas no humanas puede convertirse en detonantes para recordar a las personas que han perdido. El duelo, como muchos otros estados emocionales, se alimenta de nuestras asociaciones. Hay personas que encuentran consuelo viendo fotos e imágenes de las personas y lugares que dejaron atrás, pero para otros, estos recuerdos prolongan y profundizan el dolor, y no les permiten seguir adelante puesto que les causan flashbacks intensos.

 

Muchas personas lloran cuando están haciendo el duelo. Otros, hacen duelo silenciosamente. A través de las diversas experiencias de dolor, las personas han demostrado que existen muchas maneras totalmente únicas de lidiar con el estrés, el dolor y la pérdida. Hay expresiones comunes de dolor pero las experiencias de dolor son únicas.

 

Internamente, el duelo se manifiesta en experiencias neurales y biológicas específicas. 

 

El Duelo en el cerebro

 

El duelo es la respuesta automática e involuntaria del cerebro a la pérdida. Perder un objeto es frustrante e incluso triste. Perder a una persona es mucho peor. Cuando pierdes a un ser querido, se activan áreas específicas del cerebro. Muchas estructuras límbicas, incluida la amígdala, la corteza cingulada anterior y la ínsula se activan por el dolor emocional, incluido el duelo.

 

El dolor causado por la pérdida de un ser querido puede provocar una respuesta similar a la de otras formas de trauma. De hecho, el duelo inicial a menudo se siente como una conmoción traumática o incluso como incredulidad.

 

Ese impacto puede causar sentimientos de desconexión o disociación como los que vimos en el estrés traumático. El shock inicial de la pérdida puede resultar tan abrumador que una persona puede llegar a olvidar por completo los instantes posteriores a la noticia.  

 

En esos instantes, la noticia de la muerte puede ser tan traumática que no recordamos cómo reaccionamos, lo que dijimos o sentimos. En esos momentos, nuestros sistemas nerviosos se ven inundados y la amígdala recibe tanta información dolorosa y amenazadora que el cerebro y el cuerpo pueden disociarse o apagar varias de sus funciones.

La noticia de la muerte es un shock para el sistema que puede estimular cualquiera de las respuestas de pelea, huida o congelación descritas anteriormente. Cuando muere un ser querido, pierdes una relación que te sostuvo de alguna manera. Pierdes a alguien que te ayudó a mantenerte con vida, aunque sea de forma abstracta.

Entonces, naturalmente, el cerebro interpreta esta pérdida como una forma de amenaza o estrés, dependiendo de cuán importante haya sido esa persona para nuestra percepción de seguridad, estabilidad y significado. 

Para algunos, el impacto inicial de la muerte puede venir acompañado de estoicismo y entumecimiento. Puede que reaccionen congelándose emocionalmente. Puede que no lloren o reaccionen. Puede que muestren poca respuesta emocional en los instantes inmediatos. Si bien puede no resultar obvio, el estoicismo es otro proceso adaptativo. Todas las personas reaccionan de maneras distintas. 

Para muchas personas, el duelo se manifiesta como una tristeza abrumadora, una tristeza que se siente en el cuerpo. Una tristeza que es lenta y absorbente y que puede llevar al agotamiento. De esta forma, los efectos del duelo son similares a los efectos del estrés crónico en la medida en que pueden afectar al cuerpo físico a lo largo del tiempo.

Además, es común que quienes han perdido a un ser querido añoren al fallecido,  que sientan amargura o tengan rabia.

Todos los síntomas comunes del duelo reflejan los procesos automáticos de angustia y pérdida. Estos procesos son en muchos sentidos los mismos que los involucrados en la respuesta al estrés, la depresión y la ansiedad, y por lo tanto incluyen de manera similar la corteza cingulada anterior , la corteza prefrontal , la ínsula y la amígdala, todas las cuales contribuyen a funciones como la conciencia de las emociones positivas y negativas, la experiencia del dolor social y el procesamiento de los sentimientos subjetivos.

La aflicción generada por la pérdida, ya sea la pérdida del hogar o de un ser querido, puede involucrar respuestas fisiológicas junto con otras puramente neuronales o cognitivas.

El duelo y el estrés comparten muchos impactos fisiológicos en el cuerpo. La pérdida y el duelo son formas de estrés, por lo que tiene sentido que el duelo y el estrés compartan impactos básicos. Específicamente, se ha demostrado que el duelo debilita el sistema inmunológico ya que disminuye los neutrófilos, glóbulos blancos que juegan un papel en la prevención de infecciones. El cambio en los glóbulos blancos es especialmente significativo entre las poblaciones ancianas; La evidencia sugiere que los efectos fisiológicos del duelo pueden causar enfermedades e incluso ataques cardíacos, que son más comunes en las personas mayores después de la pérdida de un ser querido.

 

Cuando el duelo se apodera

En muchas culturas hay un período determinado para los rituales de duelo, y para demostrar públicamente nuestra tristeza, los sentimientos del período inicial después de una pérdida traumática cambian de forma, intensidad y efecto. Por supuesto, esta evolución del sentimiento no implica que hayamos olvidado a los que se han ido, pero nuestros sentimientos y nuestra habilidad para regularlos cambia y evoluciona.

 

Para algunos, el shock inicial de la pérdida disminuye en días o semanas. Para otros, se extiende y crece durante meses o años. Estos son casos de duelo complicado, en los que el ciclo normal de duelo sufre una complicación.

 

El duelo, cuando se prolonga por más de seis meses, puede convertirse en un duelo complicado, también llamado duelo prolongado. El duelo complicado a menudo comienza a interferir con el funcionamiento diario.

El duelo complicado a menudo se siente como un intenso anhelo por el difunto, similar al anhelo o la ansiedad que puede sentir un adicto a las drogas cuando intenta dejar de consumir la droga, o al anhelo que puede sentir un fumador cuando intenta dejar de fumar.

En un duelo complicado, la vida sin el difunto puede sentirse desprovista de cualquier placer, y puedes comenzar a tener visiones del difunto. Anticipas ver a tus seres queridos perdidos en una multitud, o los esperas en casa. El deseo de estar conectado se vuelve casi obsesivo en estos casos, y con razón, ya que el duelo complicado activa la actividad en el núcleo accumbens, una región del cerebro asociada con el placer, las recompensas y la adicción y que produce dopamina.

El duelo, en este sentido, puede ser realmente placentero, ya que recordar  y pensar en los seres queridos produce placer junto con niveles altos e intensos de dolor emocional, tristeza, ansiedad y culpa. De alguna manera, el dolor y el anhelo asociados con la pérdida se vuelven adictivos. Sin embargo, es aconsejable consultar ayuda profesional en casos de duelo complicado.

La muerte traumática de un ser querido puede contribuir al trastorno de estrés post-traumático, del mismo modo que cualquier otro trauma lo haría. En algunos casos, el trastorno de estrés postraumático relacionado con la muerte de un ser querido puede desencadenarse años después del evento inicial. Pequeños recordatorios del fallecido  — ver sus dulces favoritos en la tienda de comestibles o escuchar su canción favorita en la radio — pueden desencadenar la aparición del trastorno de estrés postraumático años después de su fallecimiento. Cualquier caso de TEPT merece consultar a un profesional médico.

En toda nuestra discusión, puede parecer que el estrés y los traumas del conflicto y la migración son demasiado para manejar. Puede parecer que los efectos son demasiado profundos, permanentes o irreversibles.

Pero el cerebro cambia constantemente. No importa la interrupción, la torre de control del aeropuerto todavía está allí y aún puede coordinar aterrizajes y salidas. No importa lo que te haya pasado, tu cerebro y tu cuerpo pueden recuperar el control de la situación. El cerebro puede cambiar.

No importa cuánto se haya perdido, tú te puedes recuperar. Incluso cuando aumenta la oscuridad, puede haber luz.