Lección 19: Cuando No Hay Luz

 

La desesperanza y la angustia son unas de las experiencias más difíciles para los seres humanos. Si bien conocemos mucho sobre el cerebro y cuerpo humano, conocemos sorprendentemente poco sobre el estado emocional que llamamos angustia. Sabemos que es doloroso y que puede provocar que las personas tomen decisiones trágicas. Al mismo tiempo, también sabemos que es posible superar la desesperanza incluso ante grandes cantidades de dolor. 

Antes de comenzar a discutir en detalle cómo los individuos pueden recuperar el control sobre los efectos del estrés y el trauma, es importante que le prestemos debida atención a algunos otros estados emocionales y psicológicos que las personas experimentan cuando están atravesando una adversidad tremenda. Entre estos estados emocionales está la angustia.

 

DE NUESTRAS HISTORIAS 

Entonces, un pensamiento nubló su mente por un momento. Más que intentar salir de allí, ¿no sería más fácil acabar con todo y morirse? ¿Para qué seguir en ese círculo de desgracia si podía solo huir? 

Fue con parsimonia hasta la cocina, abrió el cajón de los cubiertos y vio todos esos cuchillos. Cortó un aguacate maduro y lo untó en unas galletas. 

 

Cuando te encuentras en una situación que sientes que nunca va a cambiar, la esperanza puede comenzar a desvanecerse. En tales casos, el sentimiento de desesperanza puede apoderarse de ti. La angustia incluye una pérdida de esperanza en el futuro y también una pérdida de control sobre todos los aspectos de tu vida.

El trauma y el estrés crónico pueden venir de cualquier cantidad de circunstancias. En especial para las personas que han vivido una guerra, violencia o grandes injusticias, los efectos del estrés y del trauma vienen acompañados por un sentimiento de angustia que hace parecer que no hay caminos para seguir adelante, que no hay salidas ni posibilidad de cambio en nuestras circunstancias. Puedes sentir que la vida no tiene sentido y tan sólo se trata de una infinidad de fuentes de estrés, dolor y pérdidas, sin descanso. 

En estos casos, la desesperanza puede que sea una respuesta inevitable. Si un ambiente está lleno de amenazas, peligros y no hay salidas, la esperanza puede desvanecerse rápidamente. Acá debemos recordar que nadie escoge sufrir intencionalmente, y que el cerebro busca constantemente causas y significados cuando estamos ante una amenaza. La acumulación de sufrimiento puede realmente hacernos sentir sin sentido. 

Eneste contexto, la desesperanza representa un punto crítico para muchas personas cuyos cerebros y cuerpos se han visto afectados por el estrés por mucho tiempo. 

Invadiendo la mente y el cuerpo

El sentimiento de desesperación no es sólo un proceso psicológico o mental. En muchas formas, invade el cuerpo y la mente por completo.

Como hemos leído y reiterado en muchas ocasiones, las personas queremos mantener aunque sea un poco de control. El control y la certeza facilitan nuestra supervivencia. Nos ayudan a predecir lo que viene, y a prepararnos acordemente. La desesperanza se caracteriza por una sensación de pérdida total de control, que nos hace las cosas más difíciles emocional y físicamente. La desesperanza es un estado muy peligroso, ya que no nos permite hacer lo que hemos hecho todas nuestras vidas: planificar nuestro próximo paso.

Como hemos visto con otras respuestas al estrés y al trauma, la desesperanza se caracteriza por los cambios en cómo nos sentimos, cómo pensamos y cómo nos comportamos. Piensa una vez más en ello: el cerebro, el cuerpo y el comportamiento. Por ende, es fácil sentir que la desesperanza nos invade, ocupa todo nuestro ser, desde quiénes somos hasta las diminuta de nuestras respuestas. De muchas formas, sea por una falta de energía o por un pico de ira, por un sueño interrumpido o por una rabia destructiva, la desesperanza puede consumir nuestras interacciones con nosotros mismos y con nuestro ambiente. 

Experiencias y efectos de la desesperación

Los sentimientos físicos que acompañan a la desesperanza y la desesperación pueden sentirse muy similares a los asociados con el estrés crónico y la depresión, que describimos en detalle previamente. La desesperación tiene una gran cantidad de sensaciones y signos físicos asociados. Todas estas respuestas están relacionadas con la mala adaptación del eje HPA y los neuroquímicos explicados anteriormente, y muchos de ellos serán familiares.

Cuando estás desesperado:

  • Primero, puedes sentirte inquieto, con una agitación o con una sensación de que hay poco o ningún control sobre la ira que sientes. Puedes sentir como si la ira se encendiera con una rapidez aterradora, y por cosas muy pequeñas que no habrían parecido preocupantes en el pasado. Recuerda que para las personas que han experimentado estrés crónico o trauma, las percepciones de estrés o amenaza pueden activar respuestas rápidas e instintivas, ya que todo el sistema HPA está funcionando fuera de balance y la norepinefrina ha facilitado rápidas preferencias de atención a las amenazas.
  • En segundo lugar, es posible que tengas dificultad para respirar, como si cada respiración fuera un esfuerzo. A veces, respirar puede parecer tanto doloroso como sofocante. Una vez más, recuerda que el estrés crónico puede conducir a respuestas mal adaptadas por parte de los sistemas nerviosos simpático y parasimpático, que regulan las funciones respiratorias.
  • En tercer lugar, puede resultar difícil poner atención, concentrarse o tomar decisiones. El estrés crónico a menudo interrumpe las vías de comunicación entre la corteza prefrontal y otras regiones del cerebro donde predecimos e interpretamos las amenazas. Volviendo a nuestra metáfora, el estrés acumulado interrumpe las comunicaciones entre el elefante y el jinete.
  • En cuarto lugar, la desesperación puede dificultar el sueño, sea el insomnio o lo contrario, la hipersomnia, cuando dormir se convierte en un escape de la realidad dolorosa. Ambos estados pueden llevar a sentimientos constantes de cansancio y falta de energía, como se describió anteriormente.
  • En quinto lugar, es posible que experimentes un trastorno del apetito, resultando en  comer en exceso o no comer suficiente. En la experiencia de la desesperación, comer es una de las pocas cosas que sientes que está bajo tu control. Elegir comer o no comer puede ser la forma en que un individuo ejercita lo que queda de un sentido de control, ya que casi todos los demás aspectos de la vida parecen estar fuera de control.

Además, es común experimentar antojos de azúcar cuando se siente deprimido o desesperado, porque en tales condiciones, el cuerpo se encuentra bajo una forma de estrés.

El consumo de azúcar y alimentos azucarados aumenta la producción de glucosa;  a corto plazo, la glucosa puede servir para afrontar el estrés inmediato dirigiéndola a los músculos u otros órganos necesarios para generar una respuesta satisfactoria al estrés, como se analiza en el capítulo 8.

Sin embargo, el consumo de azúcar también libera dopamina, una hormona que se asocia con sentimientos de anticipación, deseo y recompensas anticipadas. En otras palabras, en el contexto de la depresión, el azúcar puede convertirse en un detonante de una rápida sensación de placer en un estado de entumecimiento relativo. Con el tiempo, la relación entre la desesperación y el consumo de alimentos puede llevar a una “barriga estresada”, una banda de grasa abdominal que parece aparecer de la nada porque el cuerpo está demasiado estresado para digerir correctamente y, por lo tanto, almacena grasa alrededor del área del vientre como reserva de emergencia.

  • En sexto lugar, en el contexto de la desesperanza, puedes experimentar episodios de llanto y arrebatos, a menudo sin una razón obvia. Esto puede ocurrir por varias razones. Recuerda que el cerebro anhela el cierre.

La torre de control del cerebro busca constantemente las causas o razones detrás de todos los sentimientos. Entonces, si te sientes triste o deprimido, y si el cerebro no encuentra causas inmediatas en el entorno externo, las lágrimas pueden fluir aún sin una causa aparente, ya que el estado emocional existe y entonces sucede. En verdad, múltiples experiencias y recuerdos pueden estar causando sentimientos desagradables o deprimidos, sin embargo, el cerebro escanea el entorno en busca de causas inmediatas a corto plazo y, por lo tanto, las lágrimas pueden fluir sin una causa aparente.

  • Por último, en los sentimientos de desesperanza, la función del sistema inmunológico disminuye. La inmunidad debilitada significa que las infecciones y las enfermedades pueden ocurrir con más frecuencia y durar mucho tiempo. Puede haber pérdida de cabello y deterioro del estado de la piel, el cabello y las uñas.

Retirándonos del mundo exterior

Los posibles síntomas de la desesperanza son variados, y al igual que en el caso del estrés crónico y el trauma, cada persona los siente de maneras distintas. La desesperanza se siente distinta para todos. Pero, generalmente, los sentimientos de impotencia y perdición se combinan para crear la sensación de que no tenemos ningún tipo de control sobre nuestras vidas. 

La falta de control y de cierres son muy difíciles de aceptar para el cerebro humano. 

Como mencionamos anteriormente, el cerebro anhela el cierre, y busca entender la razón de nuestros sentimientos para poder controlarlos. Para volver a nuestra metáfora, el jinete y el elefante deben conocer el destino al que se dirigen. Sin un destino, es muy difícil guiar al elefante y, en ese contexto, el elefante puede deambular en círculos. Sin un cierre o un sentido de “por qué” o “cuál es el próximo paso”, el cerebro a menudo comienza a girar hacia adentro, buscando causas y planteándose muchas preguntas sin respuesta.

 

DE NUESTRAS HISTORIAS 

Cuando terminó con el aguacate, guardó el cuchillo nuevamente en la gaveta y se sentó en el piso de la cocina, abrazando sus rodillas y pensando que necesitaba salir de allí. Se levantó minutos más tarde, al escuchar el tono de su celular.

Tomó su teléfono, que tenía más de 100 notificaciones sin leer, y contestó. Era su hermana María. Se saludaron luego de varios meses sin escucharse. 

Mayra se sintió indiferente. Había una parte persistente de ella que sabía que necesitaba hablar con su hermana, sin embargo, su avalancha diaria de pensamientos la mantenía ocupada. Solo, incluso si daba miedo, era más cómodo que compartir. ¿Por dónde empezaría ella? ¿Por qué? La barrera entre su mundo interior y sus palabras era alta, hasta el punto de que Mayra tenía poco interés en desmantelarla.

 

El aislamiento de la desesperanza.

La desesperanza nos aisla y puede reforzar algunas de las dificultades relacionales que mencionamos anteriormente. Si bien la desesperanza se puede parece a muchos de lo estados psicológicos que hemos descrito anteriormente, a lo largo de la historia los humanos le hemos prestado especial atención a la desesperanza.

Para poder sobrevivir ese sentido de vacío y dejar atrás la desesperanza, debemos entenderla y confrontarla cuidadosamente. Quizás, una de las explicaciones más simples y efectivas para ello fue escrita por Viktor Frankl, psiquiatra, neurólogo y sobreviviente del Holocausto. Él describió la desesperanza como una ecuación:

     Desesperación = Sufrimiento – Significado

En la opinión de Frankl, la desesperanza es el sufrimiento cuando carece de significado o de propósito específico. Es el punto en el que comenzamos a sentir que todas nuestras experiencias son de sufrimiento y nada más, y nos es imposible hallar una causa noble, significado o propósito para sobrellevar este sufrimiento.

Nuestros cerebros anhelan un cierre, desean saber que las cosas pasan siguiendo un orden específico y que tenemos la certeza de nuestra seguridad en un futuro. El sufrimiento sin razón naturalmente conlleva un entumecimiento. La desesperanza nos convence de que no hay significado ni solución para el dolor, y esto nos conduce a patrones negativos de pensamiento y comportamiento. 

La desesperanza trae consigo fluctuaciones dañinas de la ventana de tolerancia. Explosiones que vienen seguidas de tristeza. Letargos que vienen seguidos de ira. Estas fluctuaciones son una respuesta normal porque la desesperanza es estresante para la mente y el cuerpo. 

Es muy común sentir entumecimiento, falta de alegría o de vida ante todo, cuando nos encontramos en un estado de desesperanza. Como hemos visto con la depresión, a veces apagar los sistemas de recompensa, placer y respuesta emocional son un mecanismo para evitar que continuemos sintiendo dolor. Sin embargo, este entumecimiento constante también evita que aceptemos la realidad de lo sufrido, de lo que hemos cambiado, y la posibilidad de seguir adelante dejando atrás el estrés, el trauma y la desesperanza. Dicho de otro modo, el esfuerzo adaptativo de nuestro cerebro para protegernos también evita que tengamos experiencias positivas y encontremos soluciones. Dar un paso para empezar a digerir y sentir nuestro dolor puede ser un primer rayo de luz en medio de la oscuridad. 

Yendo más allá de la desesperación

Para poder dejar atrás la desesperanza debemos hacernos una pregunta esencial:

¿Por qué debo dar un paso hacia adelante? ¿Cuál es mi motivo?

 Aquí, volvemos a la ecuación de Viktor Frankl (desesperación = sufrimiento – significado)  y la búsqueda del anhelo humano más fuerte — un “significado” — algo o alguien tan importante para nosotros que tiene el poder de invitarnos a replantearnos nuestro sufrimiento y superar la desesperanza.

Pregunta:

¿Cuál es la fuente de significado para cada uno de nuestros personajes?

¿Cuáles han perdido?

¿A cuáles se aferran todavía?

Durante una experiencia de conflicto, pérdida, violencia o adversidad crónica, es común que perdamos nuestro sentido de significado. Las adversidades empiezan a parecer insuperables y aleatorias. No tienen explicación ni propósito. Debemos notar aquí que el significado es tan sólo una de las fuerzas que pueden usarse para luchar contra la desesperanza.

No existe una explicación neurobiológica clara para un sentido de “significado”.

El “significado” puede ser una sola fuerza motriz o múltiples cosas, y puede cambiar con el tiempo, incluso día a día. Puede ser el gran deseo de encontrar una vida mejor. Podría ser el anhelo de reunirnos con nuestra familia. Puede ser el impulso de terminar un curso, un título, una tesis o disertación, un libro, alguna poesía o pinturas que se iniciaron antes del estrés y el trauma.

En ese sentido, el “significado” se asocia con varias de las vías de placer y de recompensa en el cerebro.

La búsqueda de “significado” y de actividades significativas puede estimular la oxitocina y la dopamina, que a veces pueden ayudar a calmar la respuesta al estrés. Recuerda que ya se habló de  cómo ciertos productos químicos como la oxitocina pueden servir para suavizar o mitigar la respuesta al estrés, y que la dopamina nos puede ayudar a sentir y perseguir el placer y las recompensas. 

El “significado” es diferente para cada persona. Puede ser algo tan sencillo como el anhelo de ver nuevamente la orilla del mar, unas calles, unas colinas, o simplemente ese color del cielo tan particular del lugar donde crecimos. 

Una infinidad de cosas tiene este poder de dar significado y cultivar un impulso para sobrevivir y dejar atrás la desesperanza. 

Muchos de nosotros encontramos significado en los demás. En los hijos.  En los padres.  En las personas. En el amor y en las relaciones. En la comunidad. En la fe. En el mundo natural. Y cuando nos aferramos a los demás y al significado, ese significado nos puede dar la fuerza y ​​el poder para sobrellevar bien la vida, algo que en el juicio de los demás, o incluso de nosotros mismos,  parecería inimaginable considerando el trauma.